ASPECTOS ARQUETÍPICOS
El bailarín sugiere que se trata de un ser andrógino, en quien se combinan y se integran lo masculino y lo femenino.
El sí-mismo es el centro de nuestro equilibrio psíquico. Cuando perdemos
contacto con el bailarín que llevamos dentro, perdemos nuestro
equilibrio. Cada vez que perdemos el contacto con la naturaleza (con
nuestra naturaleza interior) experimentamos muy dentro de nosotros una
sensación de inferioridad. Estar en contacto con el sí-mismo, dice JUNG,
es no sentirse ni inferior ni superior.
La guirnalda que rodea al bailarín indica la interacción de todos los
aspectos de la naturaleza, consciente e inconsciente, para formar un
mundo contínuo e integrado. Dentro del espacio formado por las
guirnaldas el bailarín se siente enmarcado y protegido. Ese espacio es
vivo, natural y total. Coloca al bailarín aparte de todo lo que es falto
de sentido e insustancial, de todo lo que no le pertenece. Tiene
espacio suficiente para moverse, su propio espacio, dentro del cual es
libre de expresarse sin esfuerzo.
Aquí el consciente y el inconsciente están unidos y el instinto y el
espíritu vuelan juntos como un ser cuyo conocimiento comprende e incluye
a los dos.
La forma de la guirnalda es elíptica y recuerda la vulva o lo labios de
la vagina entre los cuales, con el nacimiento de un nuevo ser, ahora
completo, emerge un mundo nuevo de luz y de aire.
La elipse tiene dos focos, uno arriba y el otro abajo, sugiriendo que
son mitades que van a encontrarse para formar una totalidad.
El bailarín se mueve a través de la vida ordinaria de una manera
natural, espontánea e integradora. Es un ser humano desnudo que no
pretende ni se propone nada más que ser él mismo. No está fijado ni por
el pasado ni por el futuro, moviéndose al ritmo del presente mutable.
Como subraya JUNG, permanecer en contacto con el sí-mismo no significa
estar separado del mundo ni desinteresado de él. Uno sigue reaccionando
emocionalmente, pero lo hace a un nivel más profundo.
En El Mundo por primera vez se representa simbólicamente "la totalidad
de la creación": la tierra, las plantas, los animales, las aves, el
hombre y el ángel. El bailarín no es simplemente la suma de todos sus
aspectos, sino más bien la quintaesencia, un estado del ser más allá de
las cuatro dimensiones de la realidad ordinaria.
No está ligado a ninguna norma de comportamiento impuesta, no es
marioneta de ningún "ismo" ni culto. Es libre de moverse a su propio
ritmo individual, dentro de los confines del espacio que le pertenece.
Mientras mantenga el contacto con las cuatro esquinas, se moverá
espontáneamente en el presente, seguro en el conocimiento de que su
reacción de hoy está en armonía con la de ayer, puesto que ambas
proceden de su centro más profundo.
La idea de "ánima mundi" coincide con la del inconsciente colectivo, cuyo centro es el sí-mismo.
La individuación no es aislamiento. La autorrealización de un individuo
invariablemente cambia a aquellos con los que vive y esto afectará a la
comunidad, dando como resultado cambios en la sociedad.
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