Después de la noche deprimente y amenazante de la carta anterior, finalmente salió El Sol. Ahora todo es luz y claridad.
El Sol brinda su calidez y protección a los dos niños que juegan y se reconocen sin vergüenzas ni temores. Los perros que aullaban cuando La Luna ejercía su influencia negativa se han transformado ahora en estos dos niños inocentes y despreocupados.
Por las diferencias físicas y porque ambos cubren pudorosamente su sexualidad se puede deducir que son de distinto sexo. El de la izquierda es un varón, mientras que la de la derecha es una niña. Representan los dos aspectos del ser humano: el femenino y el masculino, el Yin y el Yang que se complementan y potencian mutuamente.
Ya no aparecen animales. Todo remite a lo puramente humano, desde los niños mismos hasta el propio Sol con su rostro humano y benévolo. Tampoco son los dos sacerdotes de la carta del Papa que iban a pedir consejos. Mucho menos son los dos personajes que permanecían atados a los pies del Diablo sin animarse a liberarase ni a hacer nada que no les fuera indicado por quien los dominaba.
Ya no aparecen animales. Todo remite a lo puramente humano, desde los niños mismos hasta el propio Sol con su rostro humano y benévolo. Tampoco son los dos sacerdotes de la carta del Papa que iban a pedir consejos. Mucho menos son los dos personajes que permanecían atados a los pies del Diablo sin animarse a liberarase ni a hacer nada que no les fuera indicado por quien los dominaba.
El protagonista de esta historia ha conectado con su niño interior de manera conciente y está listo para su renovación interior desde lo más básico; desde lo inocente, instintivo y lúdico de la infancia. Ellos, siendo niños, no son conscientes de sí mismos y por lo tanto en ellos no existen las dudas ni hay divisiones.
Estos dos niños juegan entre ellos en total armonía y libertad y con toda naturalidad. Se reconocen mutuamente sin pudores y sin temer el juicio de los demás o el suyo propio (que muchas veces es más severo y destructivo que el juicio ajeno). Sin embargo vemos que ellos no tienen o no están en un ámbito descontrolado. El pequeño muro que se ve detrás de ellos indica que es un lugar acotado dentro del cual ellos se sienten seguros y libres. Algo así como el arenero de una plaza, donde pueden jugar casi sin restricciones y donde pueden expresarse libremente los instintos opuestos que simbolizan los niños y antes representados por los dos perros aulladores.
Al ser niños quienes ocupan el centro o el protagonismo en esta carta, nos indica que lo que aquí sucede es algo nacido recientemente. Así es como esta escena representa lo vital y experimental. Está todo por descubrirse para ellos.
El Sol es la fuente de toda la vida sobre la Tierra y aquí luce pleno y nos muestra su rostro. En el protagonista de esta carta (el consultante o una situación o circunstancia que debemos interpretar a través del Tarot) está la certeza de que El Sol siempre estará. Inclusive durante las noches se sentirá seguro de que al día siguiente estará allí para él.
Se puede decir que este es un momento de iluminación del protagonista, pero sin proponérselo concientemente. Esta "iluminación" proviene del inconciente (El Sol está iluminando a espaldas de los niños). Ahora todo comienza a adquirir un sentido de orden y es como una promesa de futuros cumplimientos.
Se puede decir que este es un momento de iluminación del protagonista, pero sin proponérselo concientemente. Esta "iluminación" proviene del inconciente (El Sol está iluminando a espaldas de los niños). Ahora todo comienza a adquirir un sentido de orden y es como una promesa de futuros cumplimientos.
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